Si me regalan el futuro, no lo quiero sin ti.
Y llegamos, por fin llegamos. Duro viaje, dura impaciencia, duros nervios. Bajamos del bus y sentí como me cogió las manos de esa forma en la que sólo el sabe. Me puso de espaldas a el, y noté como una especie de pañuelo me tapó los ojos, reconocí el olor nada más el roce con mi piel. Él. Era de él. Como no a ver reconocido ese aroma embriagador, sólo hay uno como ese, y por supuesto, es el suyo. Note como me cogió las manos, aferró su brazo a mi cintura y me condujo en busca de lo desconocido. Pensé que juego más divertido, pero era más que un juego. Y por fin llegamos al sitio.
- Huelo el mar. - dice con inquietud-.
- Sí mi vida, estamos al lado.- y le aprieta con fuerza la mano-.
Y de pronto se para en seco, me dejó atrolondada.
- Y llegamos. - dice con una sonrisa en la boca, no le veía pero podia notarlo en su forma de hablar-.
Le quita la venda de los ojos, con más delicadeza que el desprendimiento de un pétalo de rosa al caerse. Y ella abre los ojos, llenos de ilusión, curiosidad y emoción. ¿Qué ve? El mar, un atardecer precioso, el más bonito que jamás existió. A continuación se funden en un beso de película.
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