1.10.12

Edén

La cálida brisa de un día de verano golpeaba suavemente las plumas de cada loro que estaba posado sobre aquel árbol, dándole como un pequeño impulso para que se echaran a volar. Mientras que, el elegante cisne miraba embobado su propio reflejo sobre el que se apoyaba. Más a la derecha podemos apreciar como los atolondrados tigres se estirazan, se lavan, y se dan un cordial “Buenas tardes”. El señor pavo real acaba de divisar a la que podría ser su señora y sin dudarlo ni un momento decide abrir su abanico, obviamente para exhibirse y darse a valer. En el lado derecho podemos observar como un caballo puro, puro como el agua, aporta ese matiz de claridad del que carece el cuadro y claramente destaca. En un claro de sol hay dos ciervos disfrutando del sol, notando como su melanina absorbe cada rayo uva. Al fondo se encuentra Adán y Eva, mientras que coge Eva algo del árbol, no se aprecia bien qué es, pero esperemos que no sea una manzana. El cielo es una mezcla, entre las nubes dispersas y ese azul intenso veraniego. Principalmente el cuadro es una composición de colores fríos, por lo que podemos considerar que esté anocheciendo y los últimos rayos de sol están haciendo acto de presencia. Otra cosa muy característica es la mezcla de animales, tigres con ciervos, caballos, patos, loros, serpientes, camellos, y finalmente el hombre. 

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